Problemas de pareja más frecuente

Señales de la crisis de pareja
Las parejas entran en crisis, y es normal. Hay amores para toda la vida, y hay amores que se agotan y se acaban. Otros reviven, y en ocasiones nacen otros nuevos… Hoy en día reconocer e intentar solucionar los problemas de pareja es algo socialmente aceptado.
Se considera que una pareja con problemas debe cumplir los siguientes requisitos:
• Tiene que reconocerse como pareja con problemas o que lo perciba al menos uno de los dos miembros.
• Una pareja en la que la tasa de intercambios negativos es superior a la tasa de intercambios positivos.
• Que se den problemas significativos en diferentes áreas de la vida de pareja: comunicación, relaciones sexuales, toma de decisiones, tiempo libre, relaciones sociales, economía, educación de los hijos, etc.
Algunas de las razones por las que se originan las crisis:
1. Agotamiento por cansancio.
Con el día a día el amor inicial se va debilitando, ante el cúmulo de eventualidades. El problema estalla debido al estrés y cansancio acumulados, que empiezan a convertirse en apatía y desinterés. La mayoría de separaciones ocurren después de los 20 años de convivencia matrimonial.
2. Un tercero en la discordia.
La interferencia de una tercera persona en la relación, puede provocar infidelidad y desembocar en la ruptura de la pareja. es una de las causas más frecuentes y comunes de las crisis de pareja.
3. Conflicto de intereses.
La inestabilidad laboral, decisiones económico financieras, enfermedad, problemas familiares (hijos), entre otros, pueden lesionar los intereses de la pareja.
4. Diferencias socioculturales y educacionales.
Suele ocurrir en aquellas parejas cuyos miembros son de otros lugares, orígenes y culturas. Esto puede generar marcadas diferencias en cuanto a costumbres, estilo de vida o rituales.
5. Incompatibilidad de carácter.
La forma de ser, modelos de conducta y carácter, además de los gustos antagónicos, pueden sumarse también a las diferencias culturales, terminando en conflictos, intolerancia, maltrato, diferentes puntos de vista, falta de comprensión y empatía; así como discusiones ácidas y descalificaciones, entre otras.
6. Desenamoramiento.
Es la consecuencia acumulada de las razones anteriores. Aunque no necesariamente pueden estar ligados, puede aparecer en cualquier momento. El debilitamiento de la atracción, poco interés sexual, desgaste en la convivencia diaria, pueden ser las causas.
1. Las expectativas son enormes
Al momento de decidir entablar una relación, tanto hombres como mujeres tienden a la idealización. Depositan en las otras tantas expectativas que, a menudo, son muy difíciles de cumplir. Entonces, aparecen las frustraciones que causan las discusiones: “¿Acepto a mi pareja o deseo que sea lo que yo quiero que sea?”
Ellas, más autosuficientes y emprendedoras que antes, quieren a su lado un chico que cumpla todos los roles que entran en su imaginación. Un compañero que las escuche, las contenga, las aconseje, trabaje, ayude con la casa y los niños, sea fiel, etc.
2. Mala distribución del tiempo
Con todas las actividades que tienen ambos y los objetivos de crecimiento personal y económico, el tiempo se torna escaso. En la convivencia, suele suceder que se ven menos que cuando eran novios.
Entre los principales motivos de los problemas de pareja, no tener tiempo de calidad compartido es una de las claves. Hay que aprender a reorganizar la agenda y que ese tiempo libre se disfrute de forma plena.
Más allá de la cantidad, lo importante es tener buenos momentos juntos. Mirar una película, poder conversar o hacerse una escapada romántica sin pensar en nada más. Mantener la relación es una responsabilidad tan importante como cuidar el trabajo.
3. Los encuentros íntimos
Encontrar esa intimidad de pareja resulta algo dificultoso y empiezan a desconectarse uno con el otro. Muchos hasta llegan a decir que ya no se conocen entre sí.
La intimidad incluye, de manera igualmente prioritaria, el sexo y lo emocional. Cuando las relaciones sexuales se tornan aburridas o no se dan, comienzan los problemas de pareja. De igual manera, sucede cuando no encuentran en el otro un sostén emocional.
Estar en pareja significa, entre otras cosas, saber que el otro estará siempre ahí para secar una lágrima o compartir una sonrisa.
4. La balanza se inclina y se produce el desequilibrio
A pesar de los discursos y la gran cantidad de material sobre las relaciones equitativas, algunos tienden a posicionarse diferente. Se dan entonces, relaciones de poder y sumisión que terminan mal.
Uno comienza a tomar el control de la pareja, mientras que el compañero se limita a aceptar las condiciones implícitas. Lo más seguro, es que con el tiempo surjan la dependencia emocional, el cansancio y las infidelidades.
Por lo general el que da todo por la relación empieza a ver debilitada su autoestima y hasta puede caer en una depresión. El que domina, se aburre y su mal humor se hace presente cada vez que entra a casa.
5. Distintas concepciones de la relación
Muchas veces sucede que, a pesar de tener una historia de años, nunca han hablado en concreto sobre la relación. Y tal vez tienen visiones muy distantes de lo que el compromiso significa.
Los problemas de pareja se dan en estos casos porque no logran entender el accionar del otro. Así, lo que para uno de los enamorados es una cuestión normal, para otro puede resultar un desinterés por la pareja.
Es muy importante hablar y definir los puntos como si de un contrato se tratase. Así, se pueden evitar muchas peleas y encontrar un equilibrio más seguro para todos.
Recomendaciones para mejorar la relación de pareja
Mantener una buena relación de pareja no es fácil. Te damos algunos consejos para que ambos sean felices.
Una relación de larga duración puede conservar mucho del encanto de los primeros tiempos, para lograrlo se necesita creatividad, vencer la pereza y las cómodas rutinas. Diez recomendaciones para mantener vivan la emoción y la ilusión.

1. Cada día en plan de conquista
Dar por hecho que ya se ganó la partida y que no hay que hacer nada más para conquistar al otro, es el primer paso para el deterioro de la relación. Recordar las estrategias más útiles al comienzo de la relación y aplicarlas, así como nuevas acciones basadas en el conocimiento que se tiene de la pareja, mantendrán la chispa y la emoción y evitan que el otro o uno mismo se convierta en algo tan obvio como el sofá de la sala.
2. Tener una vida propia
Cuando todas las experiencias que se tienen se viven en pareja, llega un punto en que no hay nada nuevo de qué hablar. Tener amigos propios, intereses individuales, actividades independientes de la pareja, es conveniente tanto para la persona como para la relación: oxigena, da temas de conversación, propicia nuevas actividades, nuevos amigos, en resumen, enriquecen la cotidianidad.
3. Modificar rutinas
Las rutinas prevalecen porque son cómodas, pero se pueden volver automáticas y por lo tanto pierden la emoción. Romperlas es más fácil de lo que se cree. Es darle espacio a la espontaneidad, atreverse a hacer propuestas fuera de lo común y cambiar la comodidad por la acción. Por ejemplo, aprovechar un día soleado en la semana y encontrarse en algún lugar de la ciudad después del trabajo para conversar mientras cae la noche.
4. Interesarse por lo que hace el otro
Los hobbies, gustos, intereses y el conocimiento del otro, pueden aportarle mucho al universo propio. Siempre habrá un ángulo de lo que el otro hace, que puede generar curiosidad en la pareja. No es decir simplemente “no me gusta el fútbol” sino intentar comprender por qué le gusta al otro. Con esta actitud se vencen prejuicios y se amplían horizontes. Además, se crean espacios para compartir.
5. Tener momentos exclusivos para compartir entre dos.
Cuando hay niños de por medio, es poco el espacio que se tiene para compartir en pareja. Los abuelos, los tíos, la familia en general, pueden ser de gran ayuda para tener algunos momentos a solas. También en la vida cotidiana se pueden reservar algunos espacios para vivir en pareja: cuando ya se han acostado los niños o temprano, antes de que se levanten. El hecho es nunca olvidar que el otro, fuera de ser “el papá o la mamá de mis hijos, es mi pareja”.
6. Una buena relación sexual
En la sexualidad influyen la biología, pero también la psicología de ambos. El estrés y el cansancio diario no son los mejores acompañantes para una relación. La risa, por el contrario, distensiona y permite un acercamiento más tranquilo. Buscar o crear ambientes adecuados (también emocionales) y evitar los encuentros “automáticos” son buenas formas de mantener una relación dinámica y emocionante. Preparar la comida juntos, sin prisa y anunciándolo de antemano de manera que ambos estén en la misma tónica, es una buena manera de disponerse para el sexo.
7. Ser siempre un reto
Dice Eduardo Punset, científico español, que uno de los factores fundamentales del Homo sapiens para ser feliz es tener un reto, algo que se tenga que lograr. Aquello que se cree ya conseguido, pierde interés. El concepto de incondicionalidad en la pareja es peligroso y promueve actitudes y acciones irresponsables: “Estarás ahí, haga lo que haga”. Cuando ambas personas tienen claro que tienen que “ganarse” día a día al otro, aportan lo mejor de sí y hacen su mayor esfuerzo para que la relación continúe.
8. Hacer de las caricias una novedad
En las caricias convive lo instintivo y lo racional. La ternura, la solidaridad, el apoyo, son sentimientos que se expresan muchas veces con mayor claridad y contundencia con un abrazo o un apretón, que con palabras. Las caricias tienen un efecto terapéutico, disminuyen el estrés, relajan y crean un vínculo irremplazable. Su efecto positivo es tanto para quien las da como para quien las recibe. Se puede acariciar con las puntas de los dedos o con la mano entera, con el dorso o con un simple juego de dedos. Son cientos las formas para explorar y expresarle sentimientos al otro.
9. Ser compinches
Antes que ser pareja, es importante que ambos sean amigos. La vida no puede convertirse sólo en obligaciones y responsabilidades. Se está construyendo una vida y un futuro en común, pero también se necesitan espacios de distensión, de ocio, de diversión y picardía. Ser compinches de pequeñas locuras, crea un vínculo fortísimo y gratificante.
9. Evitar ser el “típico” en cualquier cosa
Liberarse de los estereotipos o evitar caer en ellos es una forma de mantener la “identidad”. Cada cual construye su día y su vida a su manera. Es fácil hacerlo según las recetas prehechas de la sociedad (la señora cantaletosa, el señor malhumorado e indiferente frente a lo doméstico…), pero es más enriquecedor y gratificante hacerlo según la fórmula propia.
Una relación de pareja es como una planta que debe cultivarse día a día. Los detalles y la paciencia con el otro son la base para que una relación amorosa funcione y perdure en el tiempo. Siguiendo los anteriores consejos podrás mejorar tu relación de pareja de tal manera que la armonía y la felicidad visiten de nuevo tu corazón. Apréndelos y practícalos.
¿La terapia de pareja ayuda a resolver los conflictos?
Las discusiones, el malestar en la convivencia, la rutina, la falta de sexo, o las infidelidades son los motivos más comunes por los que una pareja decide ir a terapia para salvar su relación o para, al menos, intentarlo. Hay quienes acuden cuando empiezan a ver indicios de que algo no está yendo como esperaban, pero en la mayoría de los casos se espera una media de entre cinco y seis años, cuando la relación está ya más que desgastada. La clave está en ir cuando ambos miembros lo sientan y tengan además los mismos objetivos, de nada vale si uno quiere recuperar la relación y el otro romperla.
“Es difícil detallar cuándo una pareja debería acudir a terapia, por eso lo importante es que sea cuando ambos lo sientan”, asegura a EL MUNDO Ares Anfruns Nomen, responsable del Área Clínica de Institut Gomá. Tiene que haber primero voluntad, ganas de querer solucionar las cosas, y segundo, motivación. “Es recomendable acudir a este tipo de procesos cuando las parejas tengan malestar o insatisfacción, quieran resolverlo y tengan ambos el mismo o los mismos objetivos”, señala la especialista.
Para José Bustamante, secretario general de la Asociación Española de Especialistas en Sexología y autor del libro ¿En qué piensan los hombres?, el mejor momento para acudir a una terapia es cuando “empezamos a sentir que no nos entendemos, que trato de explicar algo y tengo la impresión de que el otro no sabe lo que quiero decirle”. La terapia es mucho más eficaz si se acude nada más observar el malestar en la relación que si se deja pasar y pasar el tiempo hasta que el desgaste pueda más que cualquier cosa. De hecho, mantiene el experto, “el porcentaje de éxito de una terapia de pareja está en torno al 70%. Sin embargo, es mucho más alto si la pareja acude antes, como mucho, dos años después de que aparezcan los primeros problemas”.
Pero la realidad es otra bien distinta según reflejan diferentes estudios, centrados en parejas que acuden a consulta. “Se suele esperar entre cinco y seis años en acudir a terapia, a pesar de haber observado indicios de que la relación no funciona tan bien como les gustaría”, explica Bustamante. En estos estudios no se contemplan a las parejas que nunca acudirán a terapia. Sea como fuere, comenta el experto, “la realidad es que, por desgracia, el perfil de parejas que acuden a consulta suelen ser el de una pareja que a pesar de saber que aún se quieren, llevan años acumulando frustración, enfados, decepciones, distanciamiento y frialdad”.
Por su parte, Eduardo Torres, director de la Unidad de Familia del centro psicológico Instituto Centta de Madrid, aconseja ir a terapia cuando haya un conflicto que, aun habiendo intentado arreglarlo, sigue representando un problema para alguno de los dos miembros de la pareja. Aunque lo ideal, dice, es venir cuando haya un ‘atasco’ en la relación.
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